La falacia de la nueva normalidad

El coronavirus llegó para quedarse (¡y por mucho tiempo!) y consigo trajo una serie de cambios que impactaron a la humanidad en todos los rincones y en todas las culturas. También nos demostró que somos frágiles, y que un virus pequeñito es suficiente para colapsar los sistemas sociales y económicos que veníamos desarrollando por siglos. Las mascarillas, el gel antibacterial y el desinfectante se convirtieron en un insumo más de la canasta básica.



La pandemia del 2009 provocada por el influenzavirus A(H1N1) fue en su momento una probadita de cómo un virus puede propagarse de manera casi incontrolable, amedrentando a las naciones y poniendo en situaciones críticas a los sistemas de salud. Muchos de los que pasamos por esa emergencia sanitaria quizá ya no recuerden cómo fue, cuánto duró, o incluso puede que aún no crean que siquiera existió. Quienes aún lo recuerdan pensarán que no se compara en nada a la situación actual, ya que en aquella ocasión nos pusimos en cuarentena, por lo menos en México, tan solo unas semanas. Sin embargo, las cifras oficiales apuntan que desde el primer caso hasta la declaración del final de la cadena de contagios transcurrieron alrededor de veinte meses de los cuales, según información de la OMS, fueron poco más de quince los que fueron considerados estado de pandemia¹. Éstas cifras parecieran elevadas en comparación a lo que se vivió, ya que en menos de un mes todos regresamos a nuestras actividades y los cuidados preventivos se fueron relajando hasta desaparecer.  El virus seguía esparciéndose, pero en esa ocasión se encontró un tratamiento adecuado a la enfermedad de manera oportuna y la vacuna se comenzó a aplicar en octubre del 2009² tan solo unos meses después de declarada la pandemia. Esto sin duda contribuyó al relajamiento de los cuidados y a la propagación de la cadena de contagios por varios meses más. 

Pareciera que de aquel suceso ocurrido más de diez años atrás no aprendimos mucho y, con la llegada del COVID-19, volvimos a caer prontamente en una pandemia plagada de desinformación y de muchos de los mismos errores que han contribuido con el estado de crisis actual. Hoy se habla de una nueva normalidad. Se habla de una serie de protocolos a llevar a cabo para regresar a nuestras actividades regulares de una manera organizada y segura, buscando romper con la cadena de contagios de un nuevo virus el cual, si bien no tiene una tasa de mortalidad elevada, aún no cuenta con un tratamiento que lo cure o lo prevenga³. Un virus para el cual estamos aún lejos de una vacuna.  En opinión de un servidor, esta "nueva normalidad" está condenada al fracaso, pues se necesita una reestructuración de nuestra sociedad que raya en la utopía.

Los seres humanos somos, en términos generales, sociables por naturaleza. Desde el inicio de la humanidad nos desarrollamos en grupos, llevando a cabo tareas colectivas que gracias a nuestra capacidad de raciocinio nos posicionaron en la cima de la cadena alimenticia. Gracias a nuestras capacidades colectivas, hemos establecido con el paso del tiempo una sociedad (más o menos) organizada, enriquecida por las diferentes culturas y tradiciones. Tenemos un inmenso catálogo de actividades derivadas del arte, el ocio, la música y la danza. Tenemos fiestas, reuniones, celebraciones, bailes, eventos deportivos, conciertos y un sin fin de ejercicios que enriquecen nuestra condición humana.



Todas estas actividades fueron abruptamente cesadas por la contingencia sanitaria. Sin embargo, aunque hoy nos pidan regresar a nuestras labores de la manera más organizada y segura posible, no podremos contener por mucho más tiempo la pasión que nos mueve como seres humanos. Ésa pasión que caracteriza nuestra cultura. Esa necesidad afectiva y espiritual de buscar la compañía y de compartir la vida con los demás. 

La nueva normalidad es una falacia. Aunque el día de hoy se exijan protocolos para salvaguardar la salud colectiva, tarde o temprano nos veremos en la necesidad de regresar a todas esas actividades que nos mueven y nos enriquecen.

No estamos listos para una nueva normalidad, y quizá jamás lo estemos. Sólo espero que de todo esto nos quede como legado un sistema de respuesta más oportuno y organizado ante una futura pandemia. El virus que ha sacudido al mundo entero no supone al día de hoy un riesgo mortal elevado, sin embargo, debemos estar preparados para la llegada de un virus que quizá sí lo sea, ya que, como lo advirtió Stephen Hawking en el lejano 20014, podría ser esto lo que acabe con la raza humana. Y hoy entendemos por qué.



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